viernes, 22 de julio de 2016

Basílica de Santa María Magdalena en Vezelay

Los Evangelios nos hablan de dos mujeres que estuvieron unidas a Jesús con vínculos de profunda amistad. Por una parte está María de Betania, hermana de Lázaro, lugar próximo a Jerusalén en el que Jesús pasó alguna temporada, según la narración del Evangelio según san Juan. Y, por otra parte, está María Magdalena, una pecadora de la que Jesús habría expulsado siete demonios, al decir del evangelista san Lucas, que presenció la crucifixón y a quien se apareció el Señor en primer lugar después de resucitado. La confusión se agranda cuando nos referimos a la unción de los pies de Jesús, que una vez se atribuya a la hermana de Lázaro, y otra vez a la pecadora, según los distintos relatos evangélicos.


Lo que es claro es que la Magdalena fue la primera persona a la que se apareció el Señor después de su Resurrección. Su testimonio, con ser tan directo y lleno de amor según la narración de san Juan, debió gozar de escasa credibilidad entre los apóstoles, que salieron corriendo al sepulcro para verificar lo que les estaban contando las mujeres.


La tradición más antigua ligada a María Magdalena la vincula a María, la madre de Jesús. Ambas habrían ido junto al apóstol san Juan a Éfeso, donde habría muerto, y cuyas reliquias se habrían trasladado de allí a Constantinopla. Así lo atestiguo san Gregorio de Tours en el siglo V, sin mencionar para nada su posible presencia en la Galia.


Sin embargo, una tradición medieval habló del viaje en barca por el Mediterráneo de María Magdalena, Marta, su hermano Lázaro y Maximino, uno de los setenta y dos discípulos, así como algunos compañeros, huyendo de las persecuciones en Tierra Santa. Habrían desembarcado en el lugar llamado Saintes Maries de la Mer, cerca de Arlés. Posteriormente, María Magdalena habría viajado hasta Marsella, desde donde emprendió, supuestamente, la evangelización de Provenza, para después retirarse a una cueva -La Sainte-Baume- en las cercanías de Marsella, donde habría llevado una vida de penitencia durante 30 años. Según esta leyenda, cuando llegó la hora de su muerte fue llevada por los ángeles a Aix-en-Provence, al oratorio de San Maximino, donde recibió el viático. Su cuerpo fue sepultado en un oratorio construido por Maximino en Villa Lata, conocido desde entonces como St. Maximin. Posteriormente, sus reliquias se habrían traslado  Ródano arriba hasta el corazón de la Galia.




















Esta leyenda justificó de la "aparición" de sus reliquias en Francia, y la edificación sobre sus supuestas tumbas de grandes templos que se convertirían en célebres lugares de peregrinación. Uno de ellos es la Abadía y hoy Basílica de Santa María Magdalena en Vezelay. Vinculada a Cluny, alcanzó pronto gran notoriedad, especialmente durante el siglo XII. Sin embargo, su decadencia también fue rápida. De hecho, la comunidad fue secularizada en 1537 y sustituida por un cabildo de canónigos. La Revolución también produjo fuertes estragos en el edificio. En la actualidad, la Fraternidad Monástica de Jerusalén procura dar vida al que antaño fuera importante centro de peregrinación de la Cristiandad medieval.


La Basílica de Santa María Magdalena de Vezelay es uno de los templos más bellos de la época románica, de planta basilical y deambulatorio. Siempre ha sido ponderada su bellísima luminosidad y sus grandes proporciones. Aunque sea de escasa credibilidad la leyenda del viaje de María Magdalena, lo cierto es que este lugar santo nos habla de la importancia que tuvo durante la era dorada del monacato cluniacense la figura de esta mujer, llamada Apostola Apostolorum, es decir, la apóstol de los apóstoles, pues fue ella quien, por primera vez, proclamó el mensaje de la Resurrección.

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