viernes, 19 de septiembre de 2014

San Jenaro y la Catedral de Nápoles

Busto de san Jerano

Recuerda hoy la Iglesia, especialmente en la Diócesis de Nápoles, al santo obispo mártir Jenaro, célebre por el Milagro de la Licuefacción de su Sangre. ¿Quién era este santo? En el año 305, durante la persecución de Diocleciano y Maximiano (la última que sufrieron los cristianos hasta la paz de Constantino), Jenaro —siendo obispo de Benevento— es encarcelado, junto con los amigos que le acompañan, por los soldados del gobernador de la ciudad, que lo reconocen en el camino cuando se dirige a visitar a un diácono llamado Festo que estaba en la cárcel.

Fachada de la Catedral de Nápoles

Sus captores intentan convencerlo para que reniegue de su fe, pero al no conseguirlo le introducen en un horno de donde sale sin daño alguno, sin que ni siquiera sus ropas sufran el rigor del fuego. Al día siguiente, junto con el diácono y otros cristianos, es trasladado al anfiteatro, donde son echados a las fieras, las cuales no les atacan y se echan a los pies de Jenaro como si de mansas ovejas se trataran.

Nave central

Finalmente, ante tales hechos, deciden llevarlo con los demás cristianos a la plaza Vulcana para ser decapitados. Con él fueron martirizados los diáconos Sosio, Próculo Januarii y Festo y también quienes hubiesen recibido el sacramento del orden del lectorado Desiderio, Eutiquio y Acucio.

Altar Mayor

La fama de que goza san Jenaro se debe a un hecho, considerado milagro por la Iglesia, que se obra todos los años en Nápoles el 19 de septiembre, aniversario de su muerte. El hecho, que según la tradición se produce desde hace 400 años, consistente en la licuefacción de la sangre del santo. Este día se expone en el altar de forma solemne, frente a una urna que contiene la cabeza del santo, una ampolla del tamaño aproximado de una pera que contiene su sangre solidificada. La sangre, normalmente sólida y de color negruzco, se vuelve líquida y rojiza y aumenta su volumen.

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