sábado, 27 de abril de 2013

Nuestra Señora de Montserrat


El 27 de abril celebra la Iglesia la fiesta de Nuestra Señora de Montserrat, la célebre advocación de María en las montañas cercanas a Barcelona, cuya veneración trascendió dicho entorno para llegar a los más diversos rincones del mundo (por ejemplo, una isla en el Caribe).


El Monasterio se encuentra en las cercanías de Barcelona. Está emplazado en una montaña, que llama la atención por sus rocas, con las que hace juego el edificio. La palabra mont significa monte y serrat significa serrado. Tal nombre le viene dado a causa de su peculiar morfología en la que parece como si alguien hubiese intentado serrarla con una sierra gigante. Tanto la palabra serrat como serralada (cordillera) provienen de serra, derivadas de la palabra latina serra, nombre que recibe el instrumento para serrar.


Actualmente vive allí una comunidad benedictina, compuesta por unos sesenta monjes, cuya labor fundamental es acoger a los millones de peregrinos que cada año visitan este Monasterio Benedictino de Motserrat. Además del monasterio la montaña tiene un número destacado de pequeñas iglesias y emitas, algunas ahora abandonadas, como Santa Cecilia, San Benito, San Juan o San Jeronimo.


Por supuesto, Montserrat es el centro espiritual del cristianismo de la región catalana. En medio de una sociedad muy moderna y altamente secularizada, Montserrat sigue siendo un referente cristiano de primer orden. El oficio divino se celebra en la basílica con gran esmero; y, en su hospedería, se realizan actividades del más diferente género.


Llama la atención el color negro de la talla de la Virgen. Las explicaciones simbólicas del pasado, referidas a la cita del Cantar de los Cantares (negra soy, pero hermosa), parece que incluso ceden hoy ante el simple hecho de la acumulación de humo de cera y oxidación del barniz de la talla o que fuese realizada en madera oscura. Lo más importante es que, en este santuario mariano, María es venerada como Madre de Dios y madre de todos los hombres.


La vida monástica ha florecido a lo largo de los siglos a los pies de la Virgen de Montserrat. Ese monasterio ha sido el centro de la vida espiritual de toda esa región. Abades como García de Cisneros, a comienzos del siglo XVI, dieron gran lustre espiritual a este cenobio. Tampoco faltaron peregrinos desde los más dispares orígenes; entre ellos, Ignacio de Loyola, que allí vivió algunos de los momentos esenciales de su trayectoria espiritual.


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